Rubem Alves: Alegría y tristeza
Freud decía que hay dos hambres que habitan en el cuerpo. La primera es el hambre de conocer el mundo en que vivimos. Queremos conocer el mundo para sobrevivir. Si no conociéramos el mundo que nos rodea, saltaríamos por la ventana de los edificios, ignorando la fuerza de la gravedad, y pondríamos la mano en el fuego, sin saber que el fuego quema.
Ver también: 4 macetas DIY para plantar plantonesEl segundo hambre es el hambre de placer. Todo lo que vive busca el placer. El mejor ejemplo de este hambre es el deseo de placer sexual. Tenemos hambre de sexo porque es sabroso. Si no fuera sabroso, nadie lo buscaría y, en consecuencia, se acabaría la raza humana. El deseo de placer seduce.
Me hubiera gustado charlar un poco con él sobre las hambrunas, porque creo que hay una tercera: el hambre de alegría.
Solía pensar que placer y alegría eran lo mismo. No lo son. Es posible tener un placer triste. La amante de Thomas, de La insoportable levedad del ser, se lamentaba: "¡No quiero placer, quiero alegría!".
Las diferencias. Para tener placer primero tiene que haber un objeto que dé placer: un caqui, una copa de vino, una persona a la que besar. Pero el hambre de placer se sacia pronto. ¿Cuántos caquis podemos comer? ¿Cuántas copas de vino podemos beber? ¿Cuántos besos podemos soportar? Llega un momento en que uno dice: "Ya no quiero más. Ya no tengo hambre de placer...".
El hambre de alegría es diferente. En primer lugar, no necesita un objeto. A veces basta con un recuerdo. Me pongo contento con sólo pensar en un momento de felicidad que ya pasó. Y en segundo lugar, el hambre de alegría nunca dice: "No quiero más alegría..." El hambre de alegría es insaciable.
Bernardo Soares decía que no vemos lo que vemos, vemos lo que somos. Si estamos alegres, nuestra alegría se proyecta en el mundo y éste se vuelve alegre, juguetón. Creo que Alberto Caeiro estaba alegre cuando escribió este poema: "Las pompas de jabón que este niño se entretiene en dejar caer de una pajita son translúcidamente toda una filosofía. Claras, inútiles, fugaces, amables a los ojos, son lo que...".Son... Algunos apenas se ven en el aire lúcido. Son como la brisa que pasa... Y que sólo sabemos que pasa porque algo se agita en nosotros..."
La alegría no es un estado constante - burbujas de jabón. Ocurre, de repente. Guimarães Rosa decía que la alegría sólo ocurre en raros momentos de distracción. No se sabe qué hacer para producirla. Pero basta que brille de vez en cuando para que el mundo se vuelva luminoso y brillante. Cuando se tiene alegría, se dice: "Por este momento de alegría valió la pena que el universo haya sido creado".
Fui terapeuta durante varios años. Escuché los sufrimientos de muchas personas, cada una a su manera. Pero detrás de todas las quejas había un único deseo: la alegría. Quien está alegre está en paz con el Universo, siente que la vida tiene sentido.
Norman Brown observó que perdemos la alegría porque hemos perdido la sencillez de la vida que hay en los animales. Mi perra Lola siempre está contenta por casi nada. Lo sé porque sonríe por nada, sonríe con la cola.
Pero de vez en cuando, por razones que no se comprenden bien, la luz de la alegría se apaga. El mundo entero se vuelve oscuro y pesado. Llega la tristeza. Las líneas de la cara se vuelven verticales, dominadas por las fuerzas del peso que la hacen hundirse. Los sentidos se vuelven indiferentes a todo. El mundo se convierte en una pasta pegajosa y oscura. Esto es la depresión. Lo que desea la persona deprimida es perder la conciencia de todo para dejar deY llega el deseo del gran sueño sin retorno.
Antiguamente, sin saber qué hacer, los médicos prescribían viajes, pensando que los nuevos paisajes serían una buena distracción de la tristeza. No sabían que es inútil viajar a otros lugares si no podemos desembarcar de nosotros mismos. Los tontos intentan consolar. Argumentan señalando las razones para estar alegres: el mundo es tan bonito... Esto sólo aumenta la tristeza. Las cancionesLos poemas hacen llorar. La televisión irrita. Pero lo más insoportable de todo son las risas alegres de los demás, que demuestran que el deprimido está en un purgatorio del que no ve salida. Nada merece la pena.
Y una extraña sensación física habita en el pecho, como si un pulpo lo apretara. ¿O este apretón es producido por un vacío interior? Es Tánatos haciendo su trabajo. Porque cuando la alegría sale, entra...
Ver también: Sin cambios de imagen: 4 sencillos cambios que dan un nuevo aire al cuarto de bañoDicen los médicos que la felicidad y la depresión son las formas sensibles que adoptan los equilibrios y desequilibrios de la química que controla el cuerpo. Qué curioso: ¡que la felicidad y la tristeza sean máscaras de la química! El cuerpo es muy misterioso...
Entonces, de repente, sin anunciarlo, cuando te despiertas por la mañana, te das cuenta de que el mundo vuelve a estar coloreado y lleno de pompas de jabón translúcidas... ¡Ha vuelto la alegría!
Rubem Alves nació en el interior de Minas Gerais y es escritor, pedagogo, teólogo y psicoanalista.